Un Mapa del Camino
de Confianza y Amor

de Santa Teresa de Lisieux

 

 por Maureen O'Riordan - www.thereseoflisieux.org

traducido por Teodolinda Garcia

Maureen O'Riordan de Filadelfia, Pensylvania (EE.UU.) es el autor del sitio Web de "Saint Therese of Lisieux: A Gateway." Ella Teodolinda García de Panamá gracias por traducir este artículo al español.

 Copyright 2010 por Maureen O'Riordan. Todos los derechos reservados.


          El sábado, 17 de julio de 1897,  la Hermana Teresa del Niño de Jesús y de la Santa Faz  se encontraba acostada en la enfermería del Carmelo de Lisieux,  muriendo de tuberculosis.  A las dos de la mañana tosió y escupió sangre.  Alrededor de ese momento dijo algunas palabras; su hermana las registró así: “Presiento que voy a entrar en el descanso… Pero presiento, sobretodo  que mi misión va a comenzar: mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo y de dar mi caminito a las almas.  Si Dios escucha mis deseos, pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”[1]

          Cuarenta años después,  en 1937,  el año en que se terminó la basílica de Santa Teresa,  la hermana mayor de Teresita,  María,  entonces la Hermana María del Sagrado Corazón, quien aún vivía en el Carmelo de Lisieux, tuvo un sueño significativo.  Se durmió,  y soñó a medida que escribió,  que

Vi a la Virgen María en la cima de una montaña, bañada con la luz del sol,  sentada, sonriendo, con un niño delante de ella a quien protegía con amor maternal.  Un poco más  allá, una figura venerable como un profeta o un iluminado se había elevado de su soledad para contemplar con estupefacción este bello espectáculo.  De inmediato me desperté, y comprendí que una nueva era se había abierto para las almas, y esto es efectivamente lo que es el “caminito”,  un misterio de misericordia explicado por un niño.  ¡Que nadie me hable  a mí de otros misterios!  Yo sólo comprendo este.[2]

          Con los símbolos poderosos de la Virgen María, la madre y el niño,  la mente inconsciente de María reveló la esencia del significado de la vida de su hermana menor y sus resonancias, sus ecos, para la Iglesia y las almas.  ¿Cuál es este camino en el que Dios nos puede guiar a nosotros también a la cima del Monte Carmelo bajo la protección de la Virgen María?

           Muchas personas han escrito libros sobre “el camino de confianza y amor” de Teresita.  Aquí sólo puedo sugerir lo que es esencial para ello.  Teresita no sólo se hizo santa en su propia vida sino que  también descubrió un camino hacia Dios que cualquiera puede seguir. Ahora que  ella ya no está entre nosotros en persona,  debemos intentar con su ayuda encontrar el camino de los rastros y huellas que nos dejó, y “¡qué luminosos son estos rastros!”[3]

             Siempre es difícil separar la doctrina y la experiencia,  y nunca más difícil que en el caso de Teresa Martín, quien forjó en el crisol de su propia experiencia todo lo que tiene que enseñarnos.  Para aprender lo que Teresita, Doctora de la Iglesia,  tiene para enseñarnos,  debemos sumergirnos en su atmósfera,  ser íntimos con ella,  meditar las palabras que ella misma escribió y dijo,  y ceder a la irresistible atracción de su fascinante personalidad.  Podemos hacer nuestras las enseñanzas de Teresita desde su vida,  pero debemos conocer primero la vida.  El “camino de confianza y amor” no es una teoría abstracta;  está enraizada en la experiencia vivida de Teresita.

            Muchos ya conocen el diseño preliminar de esa experiencia.  Teresita era la menor de cinco hijas sobrevivientes de Celia Guérin, fabricante de encajes de point d´Alençon, y Luis Martín,  relojero y joyero.  En octubre de 2008 sus padres fueron beatificados. Teresita nació en Alençon en el norte de Francia en 1873.  A los cuatro años, su madre murió de cáncer de seno.  Posteriormente la familia se mudó a Lisieux,   a una casa llamada “Les Buisonnets”, “los pequeños arbustos”, donde Teresita pasó una niñez protegida en el círculo familiar.  Teresita fue educada en la Abadía Benedictina,  donde hizo su Primera Comunión en 1884.  Sus dos hermanas mayores ingresaron al monasterio Carmelita de Lisiex, y, a los catorce años, Teresita decidió convertirse en Carmelita también.  Después de una larga lucha,  durante  el cual hizo un peregrinaje a Roma y le pidió  permiso al Papa para ingresar,  fue recibida como postulante el 9 de abril de 1888, a la edad de quince años.  Al cruzar el umbral del claustro, el sacerdote que supervisaba el monasterio,  quien se había opuesto al ingreso de Teresita,  dijo “Bien, Reverendas Madres,  ¡pueden cantar un Te Deum! Como delegado del Señor Obispo,  les presento a esta niña de quince años,  cuya entrada ustedes han querido. Espero que no defraude sus esperanzas; pero les recuerdo que, si no es así,  sólo ustedes serán las responsables”.[4]  Con estas auspiciosas palabras empezó la vida carmelitana de una joven quien veintidós años después, el Papa San Pio X, le llamaría “la gran santa de los tiempos modernos”.

            El caminito de Teresita se ha difundido desde un puñado de monjas en un pequeño monasterio hasta atraer la atención de todo el mundo. Su hermana Celina nos dice que “el caminito” era lo único que le parecía importante sobre la beatificación de su hermana:

Cuando en el proceso de canonización el promotor de la fe me preguntó: “Por qué desea usted la beatificación de la Hermana Teresa del Niño Jesús?” Yo le contesté que era solamente para que su Caminito pudiera ser conocido por el mundo….

Sin embargo, el promotor de la fe me advirtió: “Una vez que usted comience a hablar de un Camino especial, la causa será infaliblemente condenada a ser destruida; muchos casos registrados son testigos de ello.”

Yo le respondí: “Efectivamente esto es muy malo,  pero el temor de detener la beatificación de la Hermana Teresa nunca me impedirá de recalcar el único asunto importante que me interesa- que su Caminito pueda ser, a manera de decirlo,  elevado junto a ella a los honores del altar.”

 Celina continúa,

 Sólo unos años después…el decreto de las virtudes heroicas de  Sor Teresa  fue promulgado por el Soberano Pontífice, Benedicto XV.  Ese día,  el 14 de agosto de 1921,  cuando Su Santidad en su discurso oficialmente elevó El Camino de la Infancia Espiritual a su rango exaltado en la vida de la Iglesia,  mi gozo alcanzó una altura nunca más obtenida,  ni siquiera en aquellos días memorables cuando mi hermanita Teresita fue beatificada y luego canonizada por la Santa Madre Iglesia.[5]

 En ese discurso,  menos de veinticinco años después de la muerte de Teresita,  el Papa Benedicto declaró que en el caminito de Teresita [6]

está el secreto de la santidad... para todos los fieles de todo el mundo. Todos vemos como los fieles de todas las naciones, edad, sexo y condición, han de entrar generosamente por este camino, por el cual Santa Teresa del Niño Jesús llegó al heroísmo de la virtud… Deseamos, pues, que el secreto de la santidad de Sor Teresa del Niño Jesús, no quede oculto a ninguno de nuestros hijos…Tenemos motivos para esperar que el ejemplo de la nueva heroína francesa hará que crezca el número de los cristianos perfectos, no solamente en su nación, sino entre todos los hijos de la Iglesia Católica."

 Por lo tanto el Papa quería difundir a todo el mundo el conocimiento de la joven que escribió:

 Sí, yo quería que “mi rostro”, como el de Jesús, “estuviera verdaderamente escondido, y que nadie en la tierra me reconociese”.[7]  Tenía sed de sufrir y de ser olvidada. [8]

          El Papa Benedicto usó la frase “el caminito de la infancia espiritual.”  La hermana de Teresita, Paulina,  usó esa frase para describir el camino de su hermana.  Teresita escribió la palabra “caminito” sólo una vez; nunca escribió las palabras “infancia espiritual.” Años después,  cuando una Carmelita de Lisieux le preguntó a Paulina,  a la Madre Inés, sobre la frase,  la Madre Inés respondió “¡Pero usted sabe muy bien que Teresita nunca la usó! Es mía.”  Teresita escribió,  “Mi camino es todo de confianza y de amor.”

          Para buscar el camino de Teresita,  no debemos de enfocarnos en el culto de Santa Teresita,  los cuadros y las estatuas, las devociones y las novenas, o en  interpretaciones posteriores de sus pensamientos.  Para conocer a Teresita,  debemos de concentrarnos en lo que  ella dijo e hizo durante su vida terrena,  lo que  ella escribió con su propia mano,  y en  sus fotografías no retocadas.  Para conocer el camino verdadero de Teresita, debemos de conocer a la verdadera Teresita.

           La misma frase “caminito” puede desorientarnos.  Puede sugerir la existencia de algún otro camino que aquél que predicaba y que vivió Jesús de Nazareth,  pero es el mismo camino. El caminito de Teresita es el camino del Evangelio: una manera de vivir el evangelio  que primero fue  predicado por Jesús de Nazareth, el maestro laico y carpintero y proclamado al mundo por el duro trabajador confeccionador de tiendas, Pablo de Tarso.   Es una manera de relacionarse con Dios, una respuesta a la pregunta “¿Cómo puedo convertirme en un santo?” Es decir, ¿cómo puedo convertirme en lo que Dios quiso?

          Para Teresita, convertirse en santa está lejos de ser extraordinario; había sido la meta de sus padres y, desde muy temprana niñez, la suya.  A los veintidós años,  después de siete años de vida religiosa,  ella se había visto incapaz de realizar esta meta.  Veamos un pasaje crucial de Historia de un Alma. Cuatro meses antes de su muerte, la enferma Teresita,  sentada en la silla de ruedas de su papá, afuera en el paseo de las Castañas, le escribió a su priora:

 Usted, Madre, sabe bien que yo siempre he deseado ser santa. Pero ¡ay!, cuando me comparo con los santos, siempre constato que entre ellos y yo existe la misma diferencia que entre una montaña cuya cu bre se pierde en el cielo y el oscuro grano que los caminantes pisan al andar. [9]

 ¡Cuántos de nosotros puede decir lo mismo y luego detenerse ahí!  Pero Teresita no se detuvo ahí.

 Pero en vez de desanimarme, me he dicho a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez,  puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible;  tendré que soportarme tal cual soy,  con todas mis imperfecciones.  Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto,  por un caminito totalmente nuevo.

Estamos en un siglo de inventos.  Ahora no hay que tomarse ya el trabajo de subir los peldaños de una escalera: en las casas de los ricos, un ascensor la suple ventajosamente.  Yo quisiera también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús,  pues soy demasiada pequeña para subir la dura escalera de la perfección.  Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor, objeto de mi deseo,  y leí estas palabras salidas de la boca de la Sabiduría eterna: El que sea PEQUEÑITO,  que venga a mí.  Y entonces fui,  adivinando que había encontrado lo que buscaba.  Y QUERIENDO SABER,  Dios mío,  lo que harías con el pequeñito que responda a tu llamada,  continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré: Como una madre acaricia a su hijo,  así os consolaré yo;  os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os meceré. Nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma. ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús!  Y para eso,  no necesito crecer;  al contrario,  tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más.[10]

           Teresita descubrió su caminito como resultado de su propia experiencia,  la cual fue posteriormente confirmada por las Escrituras.   Ella confiaba en sus deseos,   en su experiencia,  y  en su intuición.  Ella descubrió su caminito siguiendo estas gracias deseadas.  Ella buscó en las Escrituras  para confirmar lo que ella ya sabía por medio de la intuición. Su clamor “¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús!  Es como la Eureka de Arquímedes.

           De ahí en adelante Teresita imaginaba a Dios dinámico: bajándose hacia nosotros y alzándonos hasta el mismo Dios.  Ella escribió “Sí,  para que el amor quede plenamente  satisfecho,  es preciso que abaje hasta la nada y que transforme en fuego esa nada…[11] Durante la enfermedad de Teresita,  Celina le preguntó

 “¿Crees que puedo seguir esperando estar contigo en el cielo?  Me parece imposible,  es como si se hiciera concursar a un manco para coger algo que está en lo alto de una cucuña…”  Teresita respondió,  “Sí, pero… ¿y si hay allí un gigante que coge en brazos al manco,  lo levanta muy alto y él mismo le da el objeto deseado?

Pues eso es lo que Dios hará contigo.  Pero no tienes que preocuparte por ello., basta que digas a Dios: “Sé muy bien que nunca seré digna de lo que espero,  pero te tiendo la mano como un pobre mendigo y estoy segura de que me escucharás plenamente,  ¡pues eres tan bueno!”[12]

          Cuando Teresita descubrió el elevador y el camino de confianza y amor, tenía veintiún años.   Sólo tenía tres años para explorar el camino en la tierra.  Unas semanas antes de su muerte,  en respuesta a una pregunta, lo describió nuevamente.  Las palabras que su hermana escribió no son sus palabras exactas, pero contienen el espíritu de su caminito:

Es reconocer la propia nada y esperarlo todo de Dios, como un niño lo espera todo de su padre; es no preocuparse por nada, ni siquiera por ganar dinero. Hasta en las casas de los pobres se da al niño todo lo que necesita; pero en cuanto se hace mayor,  su padre se niega ya a alimentarlo y le dice: Ahora trabaja,  ya puedes arreglártelas por tu cuenta.

Precisamente por no oír eso,  yo no he querido hacerme mayor, sintiéndome incapaz de ganarme la vida,  la vida eterna del cielo.  Así que seguí siendo pequeñita,  sin otra ocupación que la de recoger flores,  las flores del amor y del sacrificio, y ofrecérselas a Dios para su recreo.

Ser pequeño es también no atribuirse a uno mismo las virtudes que se practican,  creyéndose capaz de algo, sino reconocer que Dios pone ese tesoro en la mano de su hijito para que se sirva de él cuando lo necesite;  pero es siempre el tesoro de Dios.  Por último,  es no desanimarse por las propias faltas,  pues los niños se caen a menudo,  pero son demasiados pequeños para hacerse mucho daño.[13]

          Teresita nos estimula  a “ser pequeños”, “permanecer pequeños,”  “permanecer un niño pequeño ante Dios.” La palabra “petit” no se traduce bien del francés al inglés. La Familia Martín la usa constantemente en sus cartas, y sugiere familiaridad a la vez que pequeñez: “querido pequeño Papá,” “querida pequeña Paulina”,  “pequeñas hermanas”.  Un francés podría llamarle a su amigo “mon petit,” lo que literalmente se traduce como “mi pequeño” pero quiere decir “mi viejo amigo”.  La pequeñez de Teresita no es inmadurez, pero un completo desprendimiento de sí misma.  En este idioma encantador ella nos hace un bosquejo de un programa de búsqueda de ascetismo interior.  Ella nos pide que renunciemos a la consolación en la oración,  a pensamientos bellos,  a métodos complicados en la vida espiritual,  a la cultura de toda la belleza espiritual y a todos los pensamientos de nosotros como personas virtuosas.  “Tú eres pequeñita,  no lo olvides,  y cuando uno es pequeñito no tiene grandes pensamientos.”[14]   “Las almas sencillas no necesitan usar medios complicados.”[15] “Madre, yo soy demasiado pequeña para sentir ahora vanidad, soy demasiado pequeña para hacer también frases bonitas con el fin de hacerle creer que tengo una gran humildad.  Prefiero reconocer con toda sencillez que el Todopoderoso ha hecho obras grandes en el alma de la hija de su divina Madre,  y que la más grande de todas es haberla hecho ver su pequeñez, su impotencia.”[16]

             Ser pequeño no quiere decir tener poca esperanza, o pequeños deseos, o poco amor;  quiere decir no tener vanidad, no tener apego a sí mismo, pero sí gran amor y gran confianza en el poder de Dios. “Nunca podemos esperar demasiado de Dios, quien es a la vez misericordioso y omnipotente, y recibiremos de él precisamente tanto como confiadamente esperamos de El.”  La “pequeñez” de Teresita  es un conocimiento experimentado de la acción total de gratuidad de la gracia.  Lo que podría ser  nuestra frustración puede convertirse en nuestra causa de gozo.  Un niño no puede cuidar de sí mismo, no puede ganarse la vida, por lo tanto nadie espera que el niño lo haga.  De la misma manera,  si reconocemos nuestra pequeñez, Dios aceptará completa responsabilidad de nosotros,  pero, si tratamos de hacerlo solos,  Dios nos puede dejar hacerlo hasta que nos volvamos a Él.

             Teresita dijo que su camino estaba relacionado con la doctrina de San Juan de la Cruz plasmada en La Subida del Monte Carmelo: “Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada”[17].   A los diecisiete años Teresita le escribió a su prima, María Guérin: 

 María,  si tú no eres nada,  no debes olvidar que JESUS LO ES TODO; y, por tanto,  tú pequeña nada tiene que perderse en su INFINITO TODO y no pensar más que en ese todo, el único digno de ser amado… Te equivocas,  amiga mía,  si crees que tu Teresita recorre siempre ilusionada el camino de la virtud.  Ella es débil,  muy débil,  y experimenta a diario esa triste realidad.  Pero, María, Jesús, se complace en enseñarle,  como a San Pablo,  la ciencia de gloriarse en sus debilidades.[18] Es esta una gracia muy grande, y pido a Jesús que te la enseñe,  porque sólo ahí se encuentra la paz y el descanso del corazón.  Cuando una se ve tan miserable,  no quiere ya preocuparse de sí misma y sólo mira a su único Amado…

 Mi querida Mariíta, yo no conozco otro camino que “el amor” para llegar a la perfección.[19]

             La adolescente Teresita se alejó del ideal clásico de la santidad: que un santo debe ser una persona  perfecta,  valiente,  vigorosa quien “siempre camina con fervor en la ruta de la virtud.”  El ideal de santidad ofrecido a ella en el Carmelo de Lisieux incluía  la mortificación física, la atención ansiosa del estado del alma,  y coleccionar “buenas obras” para enriquecer las recompensas en el cielo.  Teresita dijo firmemente que estos métodos no eran para ella ni para las “almas pequeñas”.  Y la vida que Teresita llevó no era lo que la mayoría de las personas a su alrededor esperaban de una santa.  La Hermana Ana del Sagrado Corazón, una monja de Saigón quien vivió con Teresita por siete años, con frecuencia se le preguntaba  sobre Teresita después de ser famosa.  Invariablemente respondía: “No hay nada que decir de ella,  era muy buena y humilde, se desvanecía, una no la notaba,  nunca hubiera sospechado su santidad”.[20]

             La mayoría de las monjas que vivían con Teresita no la veneraron durante su vida.  Ella fue mal comprendida y rechazada al igual que lo somos nosotros.   Paulina manifestó que Teresita “muchas veces tenía que sufrir la antipatía  que  provocaba en las personas,  desde conflictos de carácter o de humor,  y, ciertamente, desde rencor, despecho y celos de parte de algunas hermanas…” [21]  La Hermana María-Madeleine,  la novicia que solía escaparse y esconderse cuando debía ver a Teresita para la dirección espiritual,  atestiguó: “Ella era desconocida y hasta mal comprendida en el convento.  Alrededor de la mitad de las hermanas dijeron que ella era una monjita buena,  una persona tierna,  pero que nunca tuvo que sufrir y que su vida había sido más bien insignificante.  Las otras…tenían una opinión más desfavorable de ella…dijeron que había sido mimada por sus hermanas.”[22]

          La Hermana Vicente de Paúl dijo una vez: “No entiendo porque hablan de la Hermana Teresa del Niño Jesús como si fuera una santa.  No hace nada extraordinario; no la vemos practicando las virtudes; ni siquiera se puede decir que ella es una monja muy buena.”  [23]

          "No hace nada extraordinario; no la vemos practicando las virtudes."  Este testimonio habla volúmenes sobre el camino de confianza y amor.  En lugar de acciones extraordinarias,  Teresita propone un camino de desprendimiento profundo interior, una intimidad ingenua como de niño y conyugal con Dios,  y una vida de amor escondido.

             Celina comentó que muchos místicos antes de Teresita “se esforzaron por la perfección para poder alcanzar el amor. La Hermana Teresa tomó el amor mismo como camino de perfección.” [24]  El camino a Dios es el amor,  y el acto de amar,  la iniciación del amor, viene de Dios, no de nosotros.  Nuestro rol, es entonces,  rendirnos al amor; como escribió Teresita, “Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina.  Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre.”[25] Efectivamente,  Teresita creía que hasta la confianza que tenemos en Dios es un regalo de Dios hacia nosotros. El día antes que la cargaran a la enfermería dijo “Desde niña,  me  encantaban estas palabras de Job; ´Aunque Dios me matara, seguiría esperando en él´” [26] Pero he tardado mucho tiempo en llegar a este grado de abandono. Ahora ya estoy en él; Dios me ha introducido en él, me ha tomado en brazos y me ha instalado en él…”[27]  Teresita tenía un sentido  viviente de que recibimos todo de Dios,  y esto lo convirtió en su alegría.  A los veinte años le escribió a Celina:

         El  mérito no consiste en hacer mucho ni en dar mucho, sino más bien en recibir y en amar mucho… Se ha dicho que hay más felicidad en dar que en recibir, [28] y es verdad,  pero cuando Jesús quiere reservarse para sí la felicidad de dar,  no sería educado negarse. Dejémosle tomar y dejar todo lo que quiera…. [29]

          Para Teresita,  la perfección no es un ideal fijo,  un estado estático que se logra obtener por nuestros propios esfuerzos.  Es una respuesta cambiante a una persona viviente.

 ¡Ay, Celina, qué fácil es agradar a Jesús,  cautivar su corazón! Lo único que hay que hacer es amarle sin mirarse uno a sí mismo y sin examinar demasiado los propios defectos…

 En efecto,  los directores hacen progresar en la perfección a base de  un gran número de actos de virtud, y tienen razón;  pero mi director, que es Jesús,  no me enseña a llevar la cuenta de mis actos,  él me enseña a hacerlo todo por amor, a no negarle nada,  a estar contenta cuando él me ofrece una ocasión de demostrarle que le amo; pero esto se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quien lo hace todo y yo no hago nada.[30]

          Este es el criterio de prueba de toda la vida espiritual de Teresita: no negarle nada a Dios.  Marie Guérin relata una conversación con Teresita justo antes de su muerte:

 Le pregunté el otro día. “¿Alguna vez le negaste algo a Dios?” Ella dijo, “No, no recuerdo haberle negado nada. Aún cuando era muy pequeña,  a los tres años de edad,  comencé a no negarle a Dios nada que El me pidiera”.[31]

 Dos semanas después Teresita le escribió a Celina nuevamente:

 Dice Santa Teresa que es necesario alimentar el amor.[32]  Cuando estamos en tinieblas, en sequedades,  la leña no se encuentra a nuestro alcance; pero ¿no tendremos que echar en él al menos unas pajitas? … Yo lo he visto por experiencia: cuando no siento nada, cuando soy INCAPAZ de orar y de practicar la virtud,  entonces es el momento de buscar pequeñas ocasiones,  naderías que agradan a Jesús más que el dominio del mundo incluso que el martirio soportado con generosidad. Por ejemplo, una sonrisa,  una palabra amable cuando tenga ganas de callarme o de mostrar un semblante enojado, etc., etc… Tal vez pienses que yo hago eso que digo.  Pues no,  no siempre soy fiel.  Pero no me desanimo nunca,  me abandono en los brazos de Jesús. [33]

             Así como nosotros,  Teresa no era perfecta.  A diferencia de  muchos de nosotros, nunca perdió la confianza que  al final sería consumida por el fuego del amor:

Si se tiene en cuenta lo débil e imperfecta que yo era, y que aún soy después de siete años vividos en religión.  No obstante, sigo teniendo la misma confianza audaz de llegar a ser una gran santa, pues no me apoyo en mis méritos-que no tengo ninguno-,  sino en Aquel que es la Virtud y la Santidad mismas.  Sólo él,  conformándose con mis débiles esfuerzos,  me  elevará hasta él y,  cubriéndome con sus méritos infinitos,  me hará santa.[34]

             Al interpretar las palabras de Teresita,  debemos tener cuidado.  Podemos malinterpretar su confianza queriendo decir que no debemos de hacer absolutamente nada para cooperar con Dios.  Teresita trató de estar vigilante en contra de esta mala interpretación.  Ella insistió que en nutrir la confianza que nos llevaría a amar,  debemos de amar constantemente.  Celina registró tal conversación. 

Yo había sido golpeada por el pasaje en el Eclesiástico, “Él tiene en cuenta cada limosna y cada uno recibirá conforme a sus obras.”   Hablando esto con Teresita, yo dije… la frase “conforme a sus obras”…me causa molestia.

Briosamente Teresita explicó que la confianza en Dios y la virtud del abandono se nutren únicamente por medio del sacrificio. Ella dijo “que debemos usar toda nuestra fuerza para dar sin contar y negarnos (a nosotros mismos) constantemente.  Debemos probar nuestro amor por medio de todas las obras buenas  que somos capaces, y que después de todo,  son de poco valor… Pero que en verdad es indispensable  colocar toda nuestra confianza en EL quien  por sí solo santifica nuestras obras y quien nos puede santificar sin obras,  ya que El pueda elevar de piedras a los niños hacia Abraham. Incluso cuando hemos hecho todo lo que pensamos que se debió hacer,  debemos considerarnos “servidores improductivos”, a la vez esperando que Dios a través de Su gracia,  nos dará todo lo que deseamos.  Esto es lo que todas las almas pequeñas que corren en el caminito deben esperar. “Recuerda”,  me dijo,  “Yo digo corre, no descansa” [35]

             Teresita enfatizó la importancia de darle a Dios cosas pequeñas.  Ella vivió en tal profunda  intimidad con Dios que  afectaba cada aspecto de su vida,  cada mirada, cada aliento.  Celina brinda ejemplos conmovedores de las pequeñas cosas que Teresita hizo para Dios:

Sería imposible enumerar los gestos incontables de caridad que vi a Teresita  practicar en el Carmelo. Creo honestamente que ella no permitió que se le pasara ni una oportunidad...

Una vez me dijo, “Cuando iba camino a las Completas después de la recreación vespertina, yo solía dejar mi canasta de costura en una banca cerca del Preparatorio.  Esto la mantenía fuera de cualquier araña en el camino.  (A Teresita le aterrorizaban las arañas).  Sin embargo, cuando me di cuenta posteriormente que alguna otra hermana frecuentemente dejaba caer la canasta ahí antes que yo,  me decía a mí misma, “Evidentemente, este es un lugar conveniente, y, en el futuro,  dejaré la banca libre para darle todas las facilidades a la hermana. [36]

El primer sonido de la campana era la señal para que ella abandonara todas las actividades;  la pluma o la aguja eran dejadas a un lado instantáneamente.[37]

 Su ropa o sus sandalias de soga eran enmendadas o emparchadas hasta que estuvieran raídas.  Una novicia le había frotado aceite de linaza sobre el terminado común de su escritorio de la celda,  pero inmediatamente Teresita le dijo que lo restregara con una brocha hasta que desapareciera todo rastro del aceite….A mi entrada al Carmelo,  ella me cedió su tintero servible y su depósito de agua bendita y los reemplazó con  otros considerados no satisfactorios que encontró en el  ático…[38]

Cuando estaba acalorada,   ella  limpiaba el sudor de su cara rápidamente,  para que Dios no pensara que se estaba quejando.  En el convento sin calefacción,  nunca se encorvó,  tembló,  ni ocultó sus manos en el escapulario.  No se quejó cuando alguna hermana accidentalmente le salpicaba la cara con agua.  Siempre ocupó el último lugar y el  menos cómodo.  Cuando había que realizar una tarea aburrida o agotadora,  ella era voluntaria.  Nunca se vio que le contestara a alguien bruscamente.[39]

 Celina continúa:

 Es cierto que tales prácticas de auto-negación son pequeñas en sí mismas,   pero ¿no es cierto que la omnipotencia de Dios brilla adelante en todas las obras de Su Mano, en las cosas infinitamente pequeñas al igual que en las cosas grandes?  Siempre he mantenido que la grandeza de Teresita proviene de la multiplicidad de sus actos microscópicos de virtud…[40]

 Décadas antes que los físicos atómicos descubrieran los poderes ocultos en las pequeñas cosas,  Teresita dividió el átomo de la vida espiritual.

             La mención de los pequeños actos de Teresita,  sin embargo,  nos pueden llevar a distorsionar su camino, como diciendo que en vez de hacer grandes obras para Dios,  debemos de preocuparnos en hacer pequeñas cosas para Él.  Teresita no nos permite preocuparnos por las trivialidades; ella nos reta a que no se nos escape nada, que nos demos cuenta que hasta los acontecimientos más pequeños de nuestras vidas son todos combustible para el fuego de amor que nos transformará.  Ella se alejó de enfocarse en cualquier obra suya,  grande o pequeña,  y se concentró en confiar en la acción de Jesús. “No le neguemos el más pequeño sacrificio, ¡es tan grande todo en la religión…! Recoger un alfiler por amor puede convertir a un alma.  ¡Qué gran misterio…! Sólo Jesús puede dar un valor tan grande a nuestras acciones.  Amémosle, pues,  con todas nuestras fuerzas…!”[41]

             Algunos han interpretado el camino de Teresita como simplemente ofrecer todas las pequeñas cosas a Dios, como un constante “ofrecimiento matutino”.  Sin embargo, en los textos que Teresita escribió,  encontramos una doctrina radical con reverberaciones cósmicas.  El “camino de confianza y amor” no es algo que nosotros hacemos.  El corazón del caminito es una revisión de nuestra relación con Dios, es tocar el corazón de Dios, y, por encima de todo,  permitir que el corazón de Dios toque  nuestros corazones.  Las cartas de Teresita muestran que ella así lo entendió.  A los veintitrés años Teresita podía decir que la “perfección es fácil”.   Ella le escribió a su hermana Leonia:

Te aseguro que Dios es mucho mejor de lo que piensas.  El se conforma con una mirada, con un suspiro de amor…Y creo que la perfección es algo muy fácil de practicar,  pues he comprendido que lo único que hay que hacer es ganar a Jesús por el corazón… Fíjate en un niñito que acaba de disgustar a su madre montando en cólera o desobedeciéndola: si se mete en un rincón con aire enfurruñado y grita por miedo a ser castigado, lo más seguro es que su mamá no le perdonará su falta; pero si va a tenderle sus bracitos sonriendo y diciéndole: “Dame un beso, no lo volveré a hacer”,  ¿no lo estrechará su madre tiernamente contra su corazón, y olvidará sus travesuras infantiles…? Sin embargo, ella sabe muy bien que su pequeño volverá a las andadas en la primera ocasión; pero no importa: si vuelve a ganarla otra vez por el corazón,  nunca será castigado… [42]

             Teresita relató su camino más claramente a su hermana María.  En septiembre de 1896 hizo su retiro privado anual, y, a solicitud de María,  le escribió una carta larga relatando su descubrimiento que “mi vocación es el Amor.” La carta es ahora parte de Historia de un Alma. En una carta que le envió a María,  Teresita intuía quién sería su público:

Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a  la cima de la montaña del amor,  pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud.[43]

          Los seguidores del caminito de Teresita no son los grandes, sino “todas las almas débiles e imperfectas.”  Después que María leyó esa carta larga de la vocación del amor de Teresita,  le escribió a Teresita:

¡Ay! ¡Quería morir cuando leí estas líneas que no son de la tierra sino de un eco del corazón de Dios…  ¿Tú quieres que yo te diga?  Bueno, estás poseída por Dios,  lo que se dice…absolutamente poseída,  así como los malvados están poseídos por el diablo.[44]

 Pero María no comprendió el verdadero sentido de la carta de Teresita; su atención estaba enfocada en los deseos intensos de Teresita por el martirio.  Ella razonó: “Ya que siento un gran horror al sufrimiento,  quizás no puedo amar a Dios como Teresita.”  Por lo tanto le escribió a su hermana menor;  “Quiero que le digas a tu madrinita por escrito,  si ella puede amar a Jesús como tú.” [45] Teresita estaba apresurada a responderle en su último tiempo libre, antes de las oraciones nocturnas,  ya que su retiro se terminaba el día siguiente.  Ella le escribió de prisa,  con la luz de su lamparita de aceite,  ansiosa de corregir el malentendido de su hermana:

¿Cómo puedes preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo…? Mis deseos de martirio no son nada,  no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi corazón.   No, yo sé muy bien que no es esto,  en modo alguno, lo que le agrada a Dios en mi pobre alma.  Lo que le agrada es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia…

Hermana querida,  comprende a tu hijita,  por favor.  Comprende que para amar a Jesús, para ser víctima de su amor,  cuanto más débil se es,  sin deseos ni virtudes,  más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante … Con el solo deseo de ser víctima ya basta;  pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas,  y eso es precisamente lo difícil… Mantengámonos,  pues, muy lejos de todo lo que brilla,  amemos nuestra pequeñez,  deseemos no sentir nada.  Entonces seremos pobres de espíritu  y Jesús irá a  buscarnos,  por lejos que nos encontremos,  y nos transformará en llamas de amor…¡Ay, cómo quisiera hacerte comprender lo que yo siento…! La confianza,  y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor. [46]

             Así como María,  nos podemos desalentar o excusar por los intensos deseos de Teresita.  Podríamos decir que no estamos en su liga, a su nivel,  que no podemos ser santos.  Pero Teresita no le da  peso a estos temores  a la luz de su experiencia con el amor y la misericordia de  Dios.  No tenemos que ser héroes para ser santos.  Debemos escuchar atentamente las palabras que escribió de prisa Teresita esa noche,  palabras revolucionarias en el Cristianismo:  “Comprende que para amar a Jesús, para ser víctima de su amor,  cuanto más débil se es,  sin deseos ni virtudes,  más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante …………”   Paulina editó esta carta para que se leyera así: “ más débil se es, y miserable…”   Debió de haber temido que esta doctrina radical fuera un bloqueo de tropiezo para los seguidores de su hermana.  Pero Teresita estaba muy segura de que nuestra propia debilidad atrae a Dios.  Ella escribió, “Al Dios fuerte le gusta mostrar su poder sirviéndose de lo que no es nada.”[47]  El deseo de ser una víctima (es decir, el deseo de rendirnos al amor) por sí solo es suficiente.  No se necesita otro deseo. Lo que es necesario es “consentir a permanecer siempre pobre y sin fuerzas”. Hasta su muerte Teresita insistió que la santidad era aceptar nuestra pobreza.  El 7 de junio de 1897,  le escribió a Celina,  quien se dice que estaba impaciente mientras le tomaba la foto a Teresita:

 Entonces, coloquémonos humildemente entre los imperfectos, considerémonos almas pequeñas a las que Dios tiene que sostener a cada instante. Cuando él nos ve profundamente convencidas de nuestra nada,  nos tiende la mano; pero si seguimos tratando de hacer algo grande,  aunque sea so pretexto de celo,  Jesús nos deja solas.  Sí, basta con humillarse,  con soportar serenamente las propias imperfecciones. ¡He ahí la verdadera santidad! [48]

          Para Teresita la santidad no es perfección; es sobrellevar las imperfecciones de uno.   “Si aceptas soportar en paz la prueba de no agradarte a ti misma,  me darás un dulce asilo… No temas, cuanto más pobre seas,  más te amará Jesús.”[49] ¡”Qué feliz que estoy de verme imperfecta con tanta necesidad de la misericordia de Dios en el momento de la muerte”!.[50]  Para Teresita la persona santa no es la persona perfecta,  el superhéroe que ha conquistado la debilidad y la limitación.  Para Teresita,  la santidad no es una victoria, sino un rendimiento.  Es una aceptación amorosa de nuestra propia fragilidad, debilidad, impotencia, o de nuestra inhabilidad de hacer algo bueno por nosotros mismos. Y esta aceptación amorosa es una invitación a la acción creativa del amor y de  la misericordia en nuestros corazones.

             En mayo de 1897,   Teresita describe su caminito a su hermano misionero,  el Padre Adolfo Roulland:

 Mi camino es todo el de confianza y amor, y no comprendo a las almas que tienen miedo de tan tierno amigo.  A veces, cuando leo ciertos tratados espirituales en los que la perfección se presenta rodeada de mil estorbos y mil trabas, y circundada de una multitud de ilusiones,  mi pobre espíritu se fatiga muy pronto,  cierro el docto libro que me quiebra la cabeza y me diseca el corazón y tomo en mis manos la Sagrada Escritura. Entonces todo me parece luminoso,  una sola palabra abre a mi alma horizontes infinitos,  la perfección me parece fácil: veo que basta con reconocer  la propia nada y abandonarse como un niño en los brazos de Dios.[51]

  A medida que enfrentaba su muerte prematura, en una gran oscuridad espiritual y un gran sufrimiento físico,  Teresita se aferró tenazmente al caminito.  Paulina sugirió que Teresita podría morir después de recibir la Comunión en la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo el 16 de julio.  Teresita respondió, “No, eso no encajaría con mi caminito. ¿Voy a salirme de él para morir? Morir de amor después de la comunión es algo demasiado hermoso para mí,  las almas pequeñas no podrán imitar eso.”[52]  En sus últimos meses Teresita se dio cuenta que ella era pionera de una legión de “almas pequeñas” que la seguirían.

             Para Teresita todo crece y sale de su relación con Jesús.  En sus escritos no encontramos largas listas de virtudes para cultivar,  sólo el flujo de un corazón que anhelaba rendirse al Amor. “Jesús,” ¡Quisiera amarle tanto…! ¡Amarle como nunca lo ha amado nadie…![53]  “No tenemos Más que los breves instantes  de nuestra vida para amar a Jesús.  El diablo  lo sabe muy bien,  y  por eso procura  consumirla   en trabajos inútiles”.[54]     Tu corazón está hecho para amar a Jesús, para amarlo apasionadamente. Pídele que los años más hermosos de tu vida no transcurran entre miedos quiméricos.[55]  “En el cielo desearé lo mismo que deseo ahora en la tierra: amar a Jesús y hacerle amar.”[56]  “Pida para mí a Jesús… pida que me abrase con el fuego de su amor para que luego pueda yo ayudarle a usted a encenderlo en los corazones.”[57]  “Yo ya no encuentro nada en los libros, a no ser en el Evangelio. Este libro me basta.  Escucho con verdaderas delicias estas palabras  de Jesús.”[58]    “No hay más que Jesús,  todo lo demás no existe… Amémosle, pues hasta la locura,  salvémosle almas.”[59]

             Hoy Teresita dirige nuestra atención a Jesús,  quien nos elevará al igual que la elevó a ella.  Jesús mismo nos traza el camino de confianza y amor: Teresita escribe: “Yo sigo el camino que él me traza.  Procuro no preocuparme ya de mí misma en nada y dejar en sus manos lo que él quiera obrar en mi alma…”[60]

             Es precisamente porque se concentró en lo esencial,  en Jesús,  que Teresita se convirtió en modelo para personas ordinarias (comunes).  En su época muchos consideraban la vida religiosa como la “vida más alta”, implicando que la vida laical es “la vida más baja”, pero Teresita, hija de Luis y Celia, entendió que el amor de Dios desciende de igual manera para cada persona.  La hermana de Teresita, Leonia,  había estado dentro y fuera de los conventos en tres ocasiones y, a los treinta y cuatro años,  estaba viviendo como una laica huérfana con sus tíos.  Desde su lecho de enferma Teresita le escribió a Leonia una última carta:

La única felicidad que hay en la tierra es esforzarnos por encontrar siempre deliciosa la porción que Jesús nos ofrece, y la tuya es muy bella,  querida hermanita: si quieres ser santa,  a ti te resultará muy fácil,  pues en lo hondo de tu corazón el mundo no es para ti.  Tú puedes, por tanto,  igual que nosotras,  ocuparte de “la única cosa necesaria,”[61] es decir,  que, aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores,  tu único objetivo sea: agradar a Jesús y unirte más íntimamente a él.[62]

             Tres días después la prima de Teresita María Guérin,  ahora Hermana María de la Eucaristía y una de sus novicias,  le escribió una carta a su propia prima y compañera de niña  de juegos de Teresita, Celina Maudelonde. Esta carta muestra que mientras que Teresita aún estaba viva, las monjas de clausura que presenciaban su vida escondida, vieron en ella un modelo para los laicos.  María escribe:

 Le doy gracias a Dios por permitirme conocer a esta pequeña santa….Su santidad no es extraordinaria; no hay amor hacia las penitencias extraordinarias, no, sólo el amor a Dios.  Las personas en el mundo pueden imitar su santidad, ya que ella ha tratado de hacer todo a través del amor y de aceptar todas las pequeñas contradicciones,  todos los pequeños sacrificios que vienen a cada momento como si vinieran de las manos de Dios.  Ella veía a Dios en todo, y llevaba a cabo todas sus acciones tan perfectamente como le fueran posibles.  El trabajo diario venía antes que todo lo demás;  en cuanto al placer,  ella sabía cómo santificarlo hasta cuando lo disfrutaba,  ofreciéndoselo a Dios….

 Le leí tu pequeña carta y me dijo que te diera esta respuesta:

“Dile a Celina que nunca olvidaré a mi amiguita de la infancia,  y cuando esté en el cielo,  la cuidaré de una manera muy especial.  Dile que Dios la llama a ser una santa en el mundo, y que él tiene planes especiales y un amor especial para ella.”  Transmito sus palabras tal como ella las dijo.[63]

           Nosotros también podemos escuchar a Teresita diciéndonos: “Dios te está llamando a ser santo en el mundo.” Finalmente,   podemos escuchar otra conversación que Teresita tuvo con María Guérin ese último verano.

          María escribió:

 Un día me hizo prometer que sería santa.  Me preguntó si hacía progresos, y yo le contesté: “Te prometo ser santa cuando tú te hayas ido al cielo; en ese momento pondré manos a  la obra con toda el alma.”

Teresita contestó, 

 “No, no esperes hasta entonces. Comienza ahora mismo. El mes que precedió a mi entrada en el Carmelo se me ha quedado grabado como un dulce recuerdo.  Al principio me decía a mí misma, como tú ahora: “Seré santa cuando esté en el Carmelo; mientras tanto,  no pienso molestarme”. Pero Dios me hizo ver el valor del tiempo, e hice todo lo contrario de lo que pensaba.  Quise prepararme para entrar,  siendo muy fiel.[64]

 

           Si escuchamos,  oiremos a Teresita decirnos hoy las palabras con que concluyó sus comentarios a María: “Créeme, nunca esperes a mañana para empezar a ser santa:”[65]

 

  Copyright 2010 por Maureen O'Riordan. Todos los derechos reservados.

 

 


[1] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 847.   17 de julio de 1897.

[2] A Letter from Lisieux (obituary of Sister marie of the Sacred Heart, by Mother Agnes of Jesus.), tr. John Matthias Haffert. Sea Isle City, New Jersey: The Scapular Press,  1942.

[3] Story of a Soul, p. 258 

[4] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Nota  301,  p. 1073

[5] Last Conversations, p.212

[6] Histoire d´une Ame.

[7] Isaías 53,3

[8] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma, p. 220.  

[9] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma, p. 274.  

[10] Ibid.  p.274  

[11] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma, p. 262.

[12] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Con Celina, p. 959.  5 de agosto de 1897, Conversación3.

[13] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, pp.880-881.  6 de agosto de 1897, Conversación 8.

[14] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Con Celina, p. 956.  3 de agosto de 1897.

[15]Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma, p. 322.  

[16] Historia de Un Alma p. 276

[17] San Juan de la Cruz Obras Completas, (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2003) Subida del Monte Carmelo,  Libro 1, Capítulo 13, p. 217.

[18] Ver 2Corintios 12,5

[19] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, pp.436-437  Carta 109 a  María Guérin,   27-29 de julio de 1890.

[20] Letters of St. Therese, Volume II, p.641

[21] St. Therese of Lisieux by those who knew her, p.

[22] St. Therese of Lisieux by those who knew her, p.264

[23] Ultimas Conversaciones

[24] My Sister St. Therese – Mi Hermana Santa Teresa

[25] Historia de un Alma p. 254

[26] Job 13,15

[27] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 823.  7 de julio de 1897, Conversación3.

 [28] Ver Hechos de los Apóstoles 20,35.

[29] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p. 476 , Carta 142,  a  Celina,   6 de julio de 1893.

[30] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, pp.477-478,  Carta 142 a  Celina,6 de julio de 1893.

[31] Last Conversations , p. 251.   Últimas Conversaciones   .

[32]  Libro de la Vida,  Capítulo 30. Teresa de Ávila.

[33] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, pp.479-480,  Carta 143 a  Celina, 18 de julio de 1893.

[34] Historia de un Alma p. 139.

[35] A Memoir of My Sister Saint Thérese, p. 56-57.    Memorias de mi Hermana Santa Teresa

[36] A Memoir of My Sister Saint Thérese, pp128-129. Memorias de mi Hermana Santa Teresa

[37] A Memoir of My Sister Saint Thérese, p. 151. Memorias de mi Hermana Santa Teresa

[38] A Memoir of My Sister Saint Thérese, pp.162-163. Memorias de mi Hermana Santa Teresa

[39] St. Therese of Lisieux by those who knew her.  Teresa de Lisieux por los que la conocieron

[40] My Sister St. Therese, p. 167.  Mi Hermana Santa Teresa

[41] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.506  Carta 164,  a  Sor Teresa Dositea (Leonia) ,7 de julio de 1894.

[42] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.545  Carta 191,  a Leonia) ,12 de julio de 1896.

[43] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.552  Carta 196,  a Sor María del Sagrado Corazón ,13(¿?) de septiembre de 1896.

[44] Letters, Volume II, September 17, (?), 1896 p. 997.  Cartas, Volúmen II, 17(¿?) de septiembre de 1896. Carta de Sor María del Sagrado Corazón a Teresita.

[45] Letters, Volume II, September 17, (?), 1896 p. 997.  Cartas, Volúmen II, 17(¿?) de septiembre de 1896. Carta de Sor María del Sagrado Corazón a Teresita

[46] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, pp.554-555  Carta 197,  a Sor María del Sagrado Corazón ,17 de septiembre de 1896.

[47] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.574,   Carta 220,  al abate Belliere ,  24 de febrero de 1897. Ver Corintios I, 27-29

[48] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.597,   Carta 243,  a Sor Genoveva ,  7 de junio de 1897.

[49] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.567,   Carta 211,  a Sor Genoveva ,  24 de diciembre de 1897.

[50] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 860, 29 de julio de 1897,Conversación 3

[51] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.587,   Carta 226,  al P. Roulland,  9 de mayo de 1897.

[52] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 842. 15 de julio de 1897,Conversación 1

[53] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.398,   Carta 74,  a Sor Inés de Jesús,  6 de enero de 1889.

[54] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.418,   Carta 92,  a María Guérin,  30 de mayo de 1889.

[55] Ibid.

[56] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.575,  Carta 220,  al abate Belliere,  24 de febrero de 1897.

[57] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.540,  Carta 189,  al P. Roulland,  23 de junio de 1896.

[58] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 792, 15 de mayo de 1897,Conversación3

[59] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.423,  Carta 96,  a Celina,  15 de octubre de 1889.

[60] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.601,  Carta 247,  al abate Belliére,  21 de junio de 1897.

[61] Ver Lucas 10,41

[62] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.609, Carta 257,  a Leonia,  17 de julio de 1897.

[63] Last Conversations, July 20, 1897, pp.. 281-282.  Últimas Conversaciones, 20 de julio de 1897

[64] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Diversos Testigos – Sor María de la Eucaristía, p. 988, 11 de septiembre de 1897.

[65] Ibid

 

 Copyright 2010 por Maureen O'Riordan. Todos los derechos reservados.